TERESA POMAR PERIBÁNEZ: SEMBLANZA BIOGRÁFICA
Por José Mª Prats Escriche
Ante todo séame permitido decir que con las palabras que
siguen no acariciaremos sino la envoltura de todo el hervor vital de sus
protagonistas. Aunque no lo hayamos dicho en otras ocasiones siempre es así, y lo
que sigue no será más que una leve aproximación.
Esta historia acontece sobre todo en
el valle del Jiloca, río que sigue la depresión Teruel-Calatayud, un surco
interno que divide en dos partes el sector sur del sistema Ibérico. Es un
elemento físico importante porque ha orientado desde tiempos inmemoriales las
comunicaciones, ayudando a conectar el Valle del Ebro con el Mediterráneo.
Digamos de paso que, en tiempos ya
más recientes, la comarca del Jiloca, junto a las del Bajo Aragón y aledañas,
son aquellas zonas de Teruel donde más efervescencia ha tenido la Jota
aragonesa. Es una realidad que en el caso del Jiloca ha aportado también numerosísimas
coplas de jota que hablan de sus gentes y sus pueblos, y de su vinculación con la
Jota.
Mediados
de los años ochenta. En el plaza de España de Monreal del Campo, el temor era
quizá el principal de los sentimientos encontrados de una cantadora que iba a actuar
allí por primera vez. Es el pueblo donde había nacido en 1951, pero quizás para
el público es casi una forastera, pues la mayor parte de su infancia y la
adolescencia y juventud enteras las ha pasado en Valencia. El temor, debido a
la responsabilidad que sentía al estrenarse en público en su pueblo, jugaba con
la emoción y el orgullo. Su letra de presentación lo resumía todo: “Sea mi primer saludo, con cariño y emoción,
a mi pueblo que’es Monreal, con todo mi corazón”. Las características de su
canto ya eran notables y su voz recordaba a la de su madre. La jotera exhibía
un apellido lleno de resonancias: Peribáñez.
Ella era
Teresa Pomar Peribáñez, nuestra Mujer de Jota por Aragón, que lo es por derecho
propio como gran cantadora y amante de la Jota, pero también por mantener una solera,
ya que pertenece a una sobresaliente saga jotera de extraordinarias cualidades
vocales: es hija de Carmen Peribáñez Álava, conocida como “La cantadora”, y
nieta de la “joya” de Monreal. Si Andorra cuenta con su Pastor, José Iranzo, la
Jota tiene en el Jiloca, dicho sin grandilocuencia, su propia gloria: su abuelo
Joaquín Peribáñez Hernández, encarnación popular del genio y del carácter recio
de una tierra. Nacido en 1898 y fallecido en 1969, Joaquín fue un gran
exponente de la música popular de esa España rural, que sería demográficamente
mayoritaria hasta los primeros años cincuenta.
Joaquín
Peribáñez, pese a su popularidad y sus grandes éxitos en múltiples actuaciones por
toda España, no nos dejó ninguna grabación comercial, pero hoy podemos
asombrarnos de la frescura y la excelencia de su voz por unas grabaciones
originales en un fondo sonoro que a muchos sorprenderá, ni más ni menos que el
Archivo Fonográfico de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en su
capital federal, que también incluye algunas grabaciones de su hija Carmen. Se
lo debemos al gran musicólogo y documentalista norteamericano Alan Lomax, que
consciente de que muchas expresiones musicales corrían el riesgo de perderse,
recorrió los Estados Unidos y diversos países del mundo recogiendo la música
del pueblo. En España grabó un total de 75 horas entre junio de 1952 y
noviembre de 1953. Por fortuna desde 2012 todo ello puede escucharse en Internet
y, concretamente a los Peribáñez, también en un cd sobre Lomax publicado en
2001. Joaquín además dejó su voz para la posteridad en dos películas: “La
Dolorosa”, de 1934, y “Los Mayos de Albarracín”, de 1950.
Teresa
Pomar, depositaria de esta saga, cantó la Jota desde pequeñita, siempre al
abrigo de su madre, de voz cautivadora y hermosísima. Debido al trabajo del
padre en Correos, la familia se trasladará a la ciudad de Valencia cuando ella
tenía cinco años. Allí, una vecina, que la escuchó cantar desde su galería,
recomendó a la familia que la llevara al Centro Aragonés de Valencia, donde a
los once años fue alumna de Ángel Martínez. A los doce, en octubre de 1963, fue
protagonista de un artículo del diario Levante, que habló de Teresa por ser una
Peribáñez, pero también por las notables condiciones que mostraba. Según el
diario ya cantaba en público, de hecho llegó a actuar, con éxito, en el Teatro
Principal de Valencia. Sin embargo, la continuidad de esta actividad en la Jota
finalizó al cabo de dos o tres años.
Bastantes años más tarde, sería el
destino el que acabaría devolviéndola a su pueblo y maniobrando para que se
reencontrase con la Jota y el camino trazado por sus ascendientes. Teresa
permanecería en Valencia y se casaría con José Miguel Martínez Gresa, que se
instaló allí junto a su esposa. El destino empezó a actuar cuando ella iniciaba
la treintena: falleció su padre y el matrimonio, en compañía de la madre, dejó
Valencia y se estableció en Monreal del Campo.
Allí, en el marco de la Peña “El
Cachirulo Joaquín Peribáñez”, irá retomando aunque de modo muy gradual su contacto
con la Jota, y ello gracias a sus convecinos que la animaban a cantar, a su tío
Jorge Peribáñez que acompañándola a la guitarra le enseñó algunos estilos,
pero, sobre todo, al estímulo y al apoyo de su marido José Miguel, pieza
fundamental en todos y cada uno los hitos de su reincorporación y su
trayectoria en la Jota a partir de entonces.
Así, su marido José Miguel, cuando
ella se acerca a los 38 años, la impulsará para que ensaye y mejore su estilo en
el foco jotero de Torrijo del Campo, donde será su profesor el mosén Cristóbal
Latorre. Fue precisamente el mosén Cristóbal quien le recomendó a Teresa que
siguiera ensayando en Zaragoza. A este efecto, en un homenaje realizado en
Belchite a la jotera Carmen Cortés, se presentó ella misma a Jesús Gracia
Tenas, quien la aceptó como alumna. Y cuando Teresa empezó a ir regularmente a
Zaragoza, José Miguel fue aprendiendo guitarra para que ella pudiera reforzar en
casa las lecciones traídas de su maestro.
El magisterio del gran profesor y
cantador de Lécera terminará de mejorar y redondear el estilo de Teresa,
aprovechando al máximo las características de su voz de soprano, potente y con
dominio de agudos, y que cuenta con un timbre precioso y con una fantástica
proyección o capacidad de recorrido espacial. Teresa sentirá una gran
admiración por su maestro Jesús Gracia y reconoce en uno de sus discos que Jesús
y su esposa, la cantadora Piedad Gil, le “enseñaron a amar y comprende la Jota”.
Con su modestia y discreción, Teresa se ganará a su vez el afecto de Jesús y de
Piedad, que la acogieron a ella y a su marido como si fuesen familia. La
presencia hoy aquí de Piedad Gracia Gil lo corrobora.
Jesús Gracia la preparó
meticulosamente para que se presentase al reto del Certamen Oficial de Zaragoza.
Su abuelo Joaquín lo ganó en 1935 y ella lo hará en 1988. En 1989 y 1990,
obtuvo dos segundos en el Premio de Profesionales del Certamen de Tarazona.
Finalmente, llegada en 1991 a
la súper reválida que representa el Certamen Extraordinario de Zaragoza, ante
las numerosas cantadoras que concurrieron en el Teatro Principal para dar lo
mejor de sí mismas, Teresa Pomar se alzó con el Premio Extraordinario. En dicho
año obtuvo también el Primer Premio de Profesionales del Certamen de Tarazona.
Había cosechado pues, entre otros, los dos mayores galardones de la Jota
cantada. En 1993 se añadiría a ellos el Premio “Pilar Gascón” del certamen organizado por la Agrupación
Artística Aragonesa para su 75 aniversario.
Paralelamente a los concursos, irá
triunfando en numerosísimas actuaciones, recorriendo desde los pueblos del
Jiloca a los del Maestrazgo, desde Alcañiz o Tarazona al Puerto de Sagunto,
desde Teruel o Madrid a Valencia. Todo ello conjugando su actividad artística
con la vida familiar, pues Teresa dio a luz a dos hijos, Joaquín y José Miguel.
Afortunadamente, la voz de Teresa ha
quedado excelentemente registrada para la actualidad y para la posteridad. Con
el empuje decisivo de José Miguel para vencer la innata discreción de Teresa,
ésta preparó y llevó a cabo sendos trabajos discográficos en los años 1995,
1997 y 2004.
Su vinculación a la Jota, que ahora
tiene este jalón del premio Mujer de Jota, no se ha acabado, tiene mucho que
ofrecer a las nuevas generaciones. Su saber y buen hacer lo transmite
actualmente a través de sus clases en la “Asociación Jotera de la Rosa del
Azafrán”, de Monreal del Campo, donde, como dice César Rubio, “se esfuerza por aportar su granito de arena
y mantener viva la llama de la Jota en su querido pueblo”.
Por su enseñanza, por descender con
orgullo de quienes desciende y hacerles todo el
honor con su voz y su estilo; porque la adorna la discreción modesta de
los verdaderamente grandes; porque no ha olvidado nunca su apego y su amor por
la Jota; por ser en suma una de las más sobresalientes cantadoras que ha dado
Teruel y la Ribera del Jiloca… sobran razones para que Teresa Pomar Peribáñez,
con la mayor naturalidad, sea una espléndida Mujer de Jota por Aragón 2019.
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