lunes, 25 de febrero de 2019

TERESA POMAR PERIBÁÑEZ

TERESA POMAR PERIBÁNEZ: SEMBLANZA BIOGRÁFICA
Por José Mª Prats Escriche



Ante todo séame permitido decir que con las palabras que siguen no acariciaremos sino la envoltura de todo el hervor vital de sus protagonistas. Aunque no lo hayamos dicho en otras ocasiones siempre es así, y lo que sigue no será más que una leve aproximación.

Esta historia acontece sobre todo en el valle del Jiloca, río que sigue la depresión Teruel-Calatayud, un surco interno que divide en dos partes el sector sur del sistema Ibérico. Es un elemento físico importante porque ha orientado desde tiempos inmemoriales las comunicaciones, ayudando a conectar el Valle del Ebro con el Mediterráneo.

Digamos de paso que, en tiempos ya más recientes, la comarca del Jiloca, junto a las del Bajo Aragón y aledañas, son aquellas zonas de Teruel donde más efervescencia ha tenido la Jota aragonesa. Es una realidad que en el caso del Jiloca ha aportado también numerosísimas coplas de jota que hablan de sus gentes y sus pueblos, y de su vinculación con la Jota.

            Mediados de los años ochenta. En el plaza de España de Monreal del Campo, el temor era quizá el principal de los sentimientos encontrados de una cantadora que iba a actuar allí por primera vez. Es el pueblo donde había nacido en 1951, pero quizás para el público es casi una forastera, pues la mayor parte de su infancia y la adolescencia y juventud enteras las ha pasado en Valencia. El temor, debido a la responsabilidad que sentía al estrenarse en público en su pueblo, jugaba con la emoción y el orgullo. Su letra de presentación lo resumía todo: “Sea mi primer saludo, con cariño y emoción, a mi pueblo que’es Monreal, con todo mi corazón”. Las características de su canto ya eran notables y su voz recordaba a la de su madre. La jotera exhibía un apellido lleno de resonancias: Peribáñez.

            Ella era Teresa Pomar Peribáñez, nuestra Mujer de Jota por Aragón, que lo es por derecho propio como gran cantadora y amante de la Jota, pero también por mantener una solera, ya que pertenece a una sobresaliente saga jotera de extraordinarias cualidades vocales: es hija de Carmen Peribáñez Álava, conocida como “La cantadora”, y nieta de la “joya” de Monreal. Si Andorra cuenta con su Pastor, José Iranzo, la Jota tiene en el Jiloca, dicho sin grandilocuencia, su propia gloria: su abuelo Joaquín Peribáñez Hernández, encarnación popular del genio y del carácter recio de una tierra. Nacido en 1898 y fallecido en 1969, Joaquín fue un gran exponente de la música popular de esa España rural, que sería demográficamente mayoritaria hasta los primeros años cincuenta.

            Joaquín Peribáñez, pese a su popularidad y sus grandes éxitos en múltiples actuaciones por toda España, no nos dejó ninguna grabación comercial, pero hoy podemos asombrarnos de la frescura y la excelencia de su voz por unas grabaciones originales en un fondo sonoro que a muchos sorprenderá, ni más ni menos que el Archivo Fonográfico de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en su capital federal, que también incluye algunas grabaciones de su hija Carmen. Se lo debemos al gran musicólogo y documentalista norteamericano Alan Lomax, que consciente de que muchas expresiones musicales corrían el riesgo de perderse, recorrió los Estados Unidos y diversos países del mundo recogiendo la música del pueblo. En España grabó un total de 75 horas entre junio de 1952 y noviembre de 1953. Por fortuna desde 2012 todo ello puede escucharse en Internet y, concretamente a los Peribáñez, también en un cd sobre Lomax publicado en 2001. Joaquín además dejó su voz para la posteridad en dos películas: “La Dolorosa”, de 1934, y “Los Mayos de Albarracín”, de 1950.

            Teresa Pomar, depositaria de esta saga, cantó la Jota desde pequeñita, siempre al abrigo de su madre, de voz cautivadora y hermosísima. Debido al trabajo del padre en Correos, la familia se trasladará a la ciudad de Valencia cuando ella tenía cinco años. Allí, una vecina, que la escuchó cantar desde su galería, recomendó a la familia que la llevara al Centro Aragonés de Valencia, donde a los once años fue alumna de Ángel Martínez. A los doce, en octubre de 1963, fue protagonista de un artículo del diario Levante, que habló de Teresa por ser una Peribáñez, pero también por las notables condiciones que mostraba. Según el diario ya cantaba en público, de hecho llegó a actuar, con éxito, en el Teatro Principal de Valencia. Sin embargo, la continuidad de esta actividad en la Jota finalizó al cabo de dos o tres años.

Bastantes años más tarde, sería el destino el que acabaría devolviéndola a su pueblo y maniobrando para que se reencontrase con la Jota y el camino trazado por sus ascendientes. Teresa permanecería en Valencia y se casaría con José Miguel Martínez Gresa, que se instaló allí junto a su esposa. El destino empezó a actuar cuando ella iniciaba la treintena: falleció su padre y el matrimonio, en compañía de la madre, dejó Valencia y se estableció en Monreal del Campo.

Allí, en el marco de la Peña “El Cachirulo Joaquín Peribáñez”, irá retomando aunque de modo muy gradual su contacto con la Jota, y ello gracias a sus convecinos que la animaban a cantar, a su tío Jorge Peribáñez que acompañándola a la guitarra le enseñó algunos estilos, pero, sobre todo, al estímulo y al apoyo de su marido José Miguel, pieza fundamental en todos y cada uno los hitos de su reincorporación y su trayectoria en la Jota a partir de entonces.

Así, su marido José Miguel, cuando ella se acerca a los 38 años, la impulsará para que ensaye y mejore su estilo en el foco jotero de Torrijo del Campo, donde será su profesor el mosén Cristóbal Latorre. Fue precisamente el mosén Cristóbal quien le recomendó a Teresa que siguiera ensayando en Zaragoza. A este efecto, en un homenaje realizado en Belchite a la jotera Carmen Cortés, se presentó ella misma a Jesús Gracia Tenas, quien la aceptó como alumna. Y cuando Teresa empezó a ir regularmente a Zaragoza, José Miguel fue aprendiendo guitarra para que ella pudiera reforzar en casa las lecciones traídas de su maestro.

El magisterio del gran profesor y cantador de Lécera terminará de mejorar y redondear el estilo de Teresa, aprovechando al máximo las características de su voz de soprano, potente y con dominio de agudos, y que cuenta con un timbre precioso y con una fantástica proyección o capacidad de recorrido espacial. Teresa sentirá una gran admiración por su maestro Jesús Gracia y reconoce en uno de sus discos que Jesús y su esposa, la cantadora Piedad Gil, le “enseñaron a amar y comprende la Jota”. Con su modestia y discreción, Teresa se ganará a su vez el afecto de Jesús y de Piedad, que la acogieron a ella y a su marido como si fuesen familia. La presencia hoy aquí de Piedad Gracia Gil lo corrobora.

Jesús Gracia la preparó meticulosamente para que se presentase al reto del Certamen Oficial de Zaragoza. Su abuelo Joaquín lo ganó en 1935 y ella lo hará en 1988. En 1989 y 1990, obtuvo dos segundos en el Premio de Profesionales del Certamen de Tarazona. Finalmente, llegada en 1991 a la súper reválida que representa el Certamen Extraordinario de Zaragoza, ante las numerosas cantadoras que concurrieron en el Teatro Principal para dar lo mejor de sí mismas, Teresa Pomar se alzó con el Premio Extraordinario. En dicho año obtuvo también el Primer Premio de Profesionales del Certamen de Tarazona. Había cosechado pues, entre otros, los dos mayores galardones de la Jota cantada. En 1993 se añadiría a ellos el Premio “Pilar Gascón” del  certamen organizado por la Agrupación Artística Aragonesa para su 75 aniversario.

Paralelamente a los concursos, irá triunfando en numerosísimas actuaciones, recorriendo desde los pueblos del Jiloca a los del Maestrazgo, desde Alcañiz o Tarazona al Puerto de Sagunto, desde Teruel o Madrid a Valencia. Todo ello conjugando su actividad artística con la vida familiar, pues Teresa dio a luz a dos hijos, Joaquín y José Miguel.
Afortunadamente, la voz de Teresa ha quedado excelentemente registrada para la actualidad y para la posteridad. Con el empuje decisivo de José Miguel para vencer la innata discreción de Teresa, ésta preparó y llevó a cabo sendos trabajos discográficos en los años 1995, 1997 y 2004.

Su vinculación a la Jota, que ahora tiene este jalón del premio Mujer de Jota, no se ha acabado, tiene mucho que ofrecer a las nuevas generaciones. Su saber y buen hacer lo transmite actualmente a través de sus clases en la “Asociación Jotera de la Rosa del Azafrán”, de Monreal del Campo, donde, como dice César Rubio, “se esfuerza por aportar su granito de arena y mantener viva la llama de la Jota en su querido pueblo”.

Por su enseñanza, por descender con orgullo de quienes desciende y hacerles todo el  honor con su voz y su estilo; porque la adorna la discreción modesta de los verdaderamente grandes; porque no ha olvidado nunca su apego y su amor por la Jota; por ser en suma una de las más sobresalientes cantadoras que ha dado Teruel y la Ribera del Jiloca… sobran razones para que Teresa Pomar Peribáñez, con la mayor naturalidad, sea una espléndida Mujer de Jota por Aragón 2019.

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