lunes, 9 de marzo de 2020

IRIS GIMÉNEZ MUÑOZ

IRIS GIMÉNEZ MUÑOZ: SEMBLANZA BIOGRÁFICA
Por José Mª Prats Escriche


Es 11 de octubre de 2010, víspera del Pilar y noche de ronda; una nutrida y animada comitiva nocturna se va concentrando en la calle Trovador, una de las vías largas pero estrechas del núcleo originario de Puerto de Sagunto. Han llegado al domicilio de una de las damas, una chica adolescente de 15 años a la que van a rondar. En la puerta ella y su familia aguardan para recibir y convidar a los integrantes de la ronda: tañedores, cantadores, bailadores y el público acompañante. Le martiriza bastante no poder cantar, pero ahora el protocolo le impone escuchar, no en vano es la agasajada. Comienza el acto y suenan la rondalla y las coplas, entre ellas una alusiva que rezaba: 

“Nadie te llame pequeña / que ya tienes mucha altura,
pues lo que cuenta es tu voz / y ahí te sobra estatura”.

Cuando, siendo dama de la Reina Noelia Ortiz, le dedicaron dicha letra, Iris Giménez Muñoz ya llevaba once años en la jota. Empezó, pues, de muy niña, con cuatro añitos, algo probablemente vinculado a una doble circunstancia: el origen turolense del padre y los abuelos paternos, oriundos de Tormón; y el hecho de tener como primo mayor a un buen y apreciado cantador de este centro, Raúl Mora Sebastián. Tan pequeña era que, de sus comienzos, sólo conserva escasos y fugaces recuerdos, que más tarde evocaría con comicidad: “canturreaba tanto en casa que mis padres decidieron apuntarme a cantar jotas”; o “era tan pequeña que cuando me tocaba ensayar tenía que dar un saltito desde la silla, pues no tocaba el suelo”. Sin embargo, nunca ha olvidado cuál fue su primera jota, que ensayaría una y otra vez con su primer profesor, Vicente Rubio Sebastián:

“Porque ahora soy pequeñica / tú me hablas sin mirar.
Ya llegará el día, maño / que me mires sin hablar.”

Tuvo vergüenza al principio, era natural, el escenario impone a cualquier edad, pero no tardó en llegar al íntimo convencimiento de que cantar era lo “más bonito del  mundo”. Con este sentimiento no es extraño que tardase poco en superar aquella vergüenza, pero sin duda lo que más determinaría su creciente confianza fue una enorme constancia en el trabajo y su actitud de entrega en el aprendizaje, todo ello respaldado a su vez por unas cualidades vocales que se irían revelando como nada comunes: una voz incansable, siempre dispuesta a entonar la jota.

Pasado el tiempo, llegará a la conclusión de que no concibe la vida sin cantar. El sentimiento que tiene de la música y, en particular de la jota, lo manifiesta así: “desde muy pequeña los ensayos han sido para mí una forma de expresión, pero también de desconexión, de no pensar en nada y de dedicarme única y exclusivamente a cantar. Cuando estoy más decaída, la jota es el impulso que hace que cambie mi forma de ver las casas y me ayuda a sentirme bien. Siempre estoy deseando que llegue el día del ensayo, y siempre voy a ensayar, aunque este muy cansada o resfriada, porque me hace sentir mejor anímicamente y me proporciona energía y positivismo”.

Tenía y tiene los mimbres para hacer una brillante carrera jotera y así ha sido. Es ya, por derecho propio, uno de los pilares del cuadro de canto de nuestro Centro Aragonés, y ello como resultado incontrovertible de unas cualidades bien evidentes: su tesón y su disciplina, su responsabilidad y su confiabilidad, en suma su profesionalidad; cualidades contrastadas a lo largo de tantas actuaciones que ya se nos antojan incontables.

Si la jota caló en ella tan hondo, como consecuencia también la sedujo el baile. Empezó con siete u ocho años y llegó a bailar con estilo y elegancia. Tuvo finalmente que tomarse un descanso pues, como veremos más adelante, serán muchas sus ocupaciones. Sin embargo, no descarta volver a él más adelante, pues el “duende” sigue haciendo que los pies se le vayan solos cuando escucha sus jotas de baile preferidas.

Su carrera como cantadora es también conocida en Aragón a través de los concursos de jota cantada. En ellos Iris, con sus magníficos resultados, ha enarbolado alto el pabellón y el nombre de su Centro Aragonés desde 2006 a 2019. Iris nos ha presentado un nutrido listado de premios, aunque no están todos: seis primeros, nueve segundos, entre ellos el del Certamen Oficial de Zaragoza de canto juvenil, y seis terceros; para su edad un respetable palmarés, en el que se incluyen al menos cuatro premios en la modalidad de dúos junto a Oscar Catalán y Javier Iserte. Su último premio… en 2019, un primero solista en el “Certamen de Jota Cantada Dolores Sopeña”.

Los concursos le interesan vivamente porque son una forma de intensificar su vinculación con la jota: antes de cada concurso puede ensayar más tiempo, con un trabajo más exhaustivo que se ocupa de mejorar los aspectos más concretos de las coplas elegidas, y además siempre está la posibilidad de acudir con nuevas coplas y, por tanto, de plantearse nuevos retos y enfoques en su canto. Evidentemente, los premios son importantes, pero frente al despliegue previo de ensayos y a la búsqueda de autoexigencia los considera secundarios, o por lo menos algo que viene por añadidura. Por todo ello y por su propia juventud, su intención es seguir presentándose.

Mas con todo lo anterior, no se agota el “haber” de Iris Giménez. Inició una formación musical que le llevó a completar el grado elemental de violín y de canto en la Unión Musical Porteña, y el grado medio de canto en el Conservatorio de Sagunto, si bien sus estudios superiores y sus expectativas laborales la han llevado por otros caminos, el de la Veterinaria y su futuro ejercicio. Volviendo a su vínculo con el Centro Aragonés, ha representado a esta Casa tanto en cargos de representación como gestores. Entre 2010 y 2014 fue dos veces dama, con las reinas Noelia Ortiz y Beatriz Pradas. Finalmente, ella misma fue Reina de esta sociedad entre 2016 y 2018, así como vocal de la Junta Directiva de 2016 a 2019.

A pesar de su juventud, y contando sólo desde 2006 -cuando ganó su primer premio-, catorce intensos años en la jota y en el Centro Aragonés dan para muchos recuerdos y momentos especiales, difíciles de resumir. Hoy, seguramente, en el mar de sus recuerdos se mecen en superficie los mejores: los ensayos de baile con su amiga Sela, la profesora Noelia, y su propio novio, Javi; la risa en los ensayos, cuando Javier Iserte improvisa con la guitarra y el grupo le acompaña cantando; el jolgorio en el autobús cuando viajan a las concentraciones; las horas de coche y conversación con Javiert Iserte, Esther Villarroya u Óscar Catalán, camino de los concursos. Y muchos más, como la preparación y grabación del disco “La Jota Es…”; los festivales de villancicos aragoneses en Navidad; o la primera vez que en una actuación exterior bailó con su novio Javi, a quien por mediación de Iris también le acarició el duende de la jota. 

Aunque la modestia de César Rubio Belmonte, su profesor de canto, se vea herida, Iris desea destacar que, pese a todo lo que ha podido aprender de las figuras que ha ido conociendo en el mundo de la jota, su principal reconocimiento es para César: “Siempre dispuesto a transmitir todo lo que sabe de forma desinteresada, nos abre las puertas de su casa para ensayar y nos trata como parte de su familia. Sin duda, de quien más he podido aprender y seguiré aprendiendo es de él, de su humildad y su buen hacer. Si he llegado hasta donde estoy hoy es porque él me ha a impulsado con sus enseñanzas y me ha ayudado a crecer como cantadora y en parte como persona. Siempre está dispuesto a tenderte una mano y a dar lo mejor de él para sacar lo mejor de ti, y ha conseguido que todo su grupo de canto seamos una gran familia jotera”.


Así pues, y a tenor de todo lo dicho, por su “comunión” con la jota; por haber paseado por tierras aragonesas el nombre de su Centro Aragonés; por su voz jotera que, por potencia y fiabilidad, a nadie deja indiferente; por su omnipresencia en los escenarios, merced a la plena disponibilidad que su naturaleza vocal y su pasión por cantar la jota le confieren; por su responsabilidad y su compromiso, que la convierten en un valor seguro y de confianza; y por lo mucho que, con admirable disciplina, ha trabajado en la jota… Iris Giménez Muñoz es nuestra nueva y muy merecida Mujer de Jota 2020 por este Centro Aragonés.

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