PREMIO MUJER DE JOTA 2015
POR EL CENTRO ARAGONÉS
Semblanza biográfica de la Familia Gómez-Miguel, "Mujeres de Jota 2015"
La madre… y el padre.
Ferrocarril
de Sierra Menera. Tras
recorrer 200 kms., un convoy de tolvas vacías encabezado por una locomotora de
vapor se aproxima a la estación término de Ojos Negros, Teruel. El maquinista,
Vicente Miguel, a buen seguro piensa en su familia, que le espera. Una vez en
casa, en el vecino Villar del Salz, les volverá a hablar de los colores del mar
y de su brisa, de los naranjos y el azahar, de la suavidad del invierno, de la
enorme fábrica que a todos impresiona. Posiblemente, en esos momentos no
imaginaba Vicente que sus nietas y sus biznietas bailarían la jota en la orilla
del Mediterráneo, pero así sucedería. Su hija Maruja es especialmente receptiva
a lo que su padre relata sobre ese espacio junto al mar, el Puerto de Sagunto,
un lugar donde, aunque quizás no lo supieran entonces, la jota aragonesa daba
nuevos brotes. Por eso el primer hito de esta historia lo constituye la ilusión
de Maruja de vivir, en ese futuro soñado, al lado del mar, en esta comarca
valenciana de la que su padre siempre hablaba.
Puerto
de Sagunto. Armando
Gómez pertenece a ese amplio colectivo de personas que procedentes de otras
regiones y comarcas de España se afincan en el Puerto de Sagunto atraídas por
las oportunidades laborales que la siderurgia ofrece. Él procede de la Valencia interior, de
Fuenterrobles, en la comarca de Requena-Utiel. El Puerto es un crisol de
gentes. Armando traba amistad con aragoneses, incluso se integra en el Centro
Aragonés como socio, atraído por su folklore pero también por esta sociedad
cultural y folklórica, que además es centro de reunión, de ocio, de almalgama
entre vecinos de tantas procedencias. Invitado por algún amigo, Armando sube a
las fiestas de Villar del Salz y allí conoce a Maruja Miguel, a la que el arma
no letal que es la amorosa y feliz saeta de Cupido, le unió para siempre. De
esta manera, Maruja vio plasmada su ensoñación, pues a raíz de su boda con
Armando, se convirtió en vecina del Puerto de Sagunto.
Las hijas.
En el Puerto de Sagunto nacerán Mª
Carmen y Ana, homenajeadas hoy. Ellas se incorporarán muy pronto a este Centro
Aragonés, lo que no tiene nada de extraño si consideramos la vinculación
afectiva y el compromiso personal con el Centro de su padre Armando, que
durante muchos años sería miembro de su junta directiva así como de la
dirección de la Peña del Cachirulo. Mª Carmen iniciaba su trayectoria en el
baile a los ocho años, mientras que Ana tomaba contacto directo con esta casa a
los tres, cuando fue paje de la reina Rosarín Martínez. Tal como las hermanas
dicen, “a partir de ahí, comenzaría un
camino de 20 años de jotas y bailes, de vivencias y sentimientos hacia Aragón y
hacia esta casa”. Ellas mismas desgranan toda su trayectoria.
Como bailadoras infantiles, aprenderán
con diversos profesores: los hermanos Concha y Quique Pérez, Juan Salcedo, Mª
Amparo Martínez, Marisol Estella y el gran coreógrafo Pablo Luis Maza.
Recuerdan bien que pronto bailaron en público, Mª Carmen en Denia, y Ana en la Plaza de la Virgen de una Valencia en
fallas. Y que, de la mano de Pablo Luis Maza, actuaron en muchos lugares, por
ejemplo varios años en el Teatro Principal de Valencia. El paso al grupo de
medianas y de ahí al de mayores estará jalonado por el dominio de una serie de
jotas en secuencia progresiva de dificultad: en medianas, las “Seguidillas de
Leciñena”, “Guara”, “Zaragoza”, “Alcañiz” cruzada y sin cruzar; y en mayores,
la “Jota de Pañuelos”, seguida ya de todo el repertorio del grupo: “Campana de
Huesca”, “Panderetas”, “Cantaricos” y “Sitios de Zaragoza”.
Mª Carmen y Ana desean resaltar la
experiencia de sus múltiples concentraciones de Casas Regionales, con especial
recuerdo a las de Teruel, Zaragoza, Huesca, Calanda, Calatayud y Egea de los
Caballeros. La concentración es un evento especialmente ilusionante, un viaje
lúdico y a la par emocional. Es una recompensa al esfuerzo realizado y produce
un especial hermanamiento con los compañeros. Pero en lo emotivo hay otra
faceta que las hermanas Gómez Miguel también han cubierto: representar a esta
casa que para ellas ha sido fuente de satisfacciones. Mª Carmen fue dama en el
año 1980 y Reina en el bienio 1984-86, en el que Ana la acompañó como una de
sus damas. Es decir, el reinado coincidió con un período de crisis e incertidumbre
en esta población por el cierre de la cabecera siderúrgica. Por eso quieren
agradecer el esfuerzo de sus padres y de toda la población, que se movilizó,
para asegurar un futuro viable.
En un camino así de largo ha de subyacer
una intensa motivación, y también la presencia de ese misterioso duende del
arte escénico que se instala en el corazón y en la mente de los que son y se
sienten artistas. La experiencia del baile de la jota se traduce en emoción, la
emoción provocada por la secuencia airosa de los pasos, acompañados siempre por
la música vibrante de la rondalla y las voces de quienes cantan. Mª Carmen y
Ana ponen el acento en esa emoción que es hechicera por ser mágica, y en el
placer de la responsabilidad satisfecha. Nos lo explican muy bien: “Siempre hemos vivido con emoción el
aprendizaje de una jota. Cuando éramos pequeñas, por la satisfacción de
aprender otra jota nueva y así poder bailar más veces y, poco a poco, ampliar
el repertorio. Poder sentir la magia de combinar algunos pasos que ya sabes
junto a otros nuevos para formar una coreografía nueva, y repetirla una y otra
vez hasta hacerla tuya e interiorizarla. Ese aprendizaje de las jotas bailadas
tenía su recompensa en cuanto salías al escenario y oías los primeros acordes
de la rondalla dirigida en aquel entonces por el Sr. Emilio. El disfrute
personal por bailar, unido a la responsabilidad de hacerlo bien delante del
público y, sobre todo, en fechas tan señaladas como el Día del Pilar, cuando bailábamos
en la plaza del Sol y venía a vernos multitud de gente, era una sensación de
gozo y responsabilidad cumplida por
llevar a lo más alto el nombre de Aragón y el de tu ciudad”. Añadamos que
esa sensación de íntima felicidad tuvieron la ocasión de experimentarla en
escenarios únicos, como la Plaza
del Pilar de Zaragoza y en las actuaciones de nuestros cuadros en Francia e
Italia.
Las nietas.
Transcurre el tiempo, y la entrada
en el mundo laboral y después la maternidad hacen que Mª Carmen vaya dejando lo
que ella llama “la primera línea de su
actividad en este centro”. Ana continuará unos años más en el baile, aunque
también, por responsabilidades laborales, acabará dejando gradualmente la jota
bailada. Pero la distancia obligada no será ni por falta de afecto ni de
afición. Lo demuestra el hecho de que, con ayuda de sus maridos, José Luis y
Roger, han ido retomando la pasión por el baile a través de sus hijas. El
vínculo con la jota de Aragón de Mª Carmen y Ana era heredado de ese Villar del
Salz en el que veraneaban, y también de la pasión que su padre Armando sentía
por la jota, razón por la que durante varios años la bailaron en los festivales
de verano de Fuenterrobles. Pero, ¿y la nueva generación? Son las nietas de
Maruja y Armando, que de una forma natural, recibirían la herencia de la jota
de sus propias madres. Tres nombres, tres personas jóvenes hoy también
homenajeadas: Marina, su hermana Virginia y la prima de ambas, la pequeña Lucía.
Y la tradición que determina que
estas chicas hayan bailado y bailen la jota tiene como vehículo un traje de
baturra, el que vistió Ana al comienzo de su andadura y cuya tela compró la
madre, Maruja Miguel. Las tres nietas han reestrenado ese traje en el día del
Pilar. Y las tres tienen ya un buen historial para su edad: Virginia empezó
siendo paje de la reina Rosana Martínez a los cinco años, y estuvo bailando de
los ocho a los catorce años. Virginia, con seis años, también fue paje, en su
caso de Esther Villarroya, y ahora el baile constituye una de sus máximas
aficiones. Lucía, la más joven, comenzó a bailar a edad muy temprana, por lo
que es una de las bailadoras infantiles más veteranas.
Esta bonita historia deja como
testimonio que la tradición aragonesa ha sido un indudable nexo de unión, junto
con el connatural lazo y afecto de la sangre, de la familia Gómez Miguel, y que
el marco de este nexo lo ha proporcionado nuestro Centro Aragonés. Como
testimonian Mª Carmen y Ana, nosotros también esperamos que sus hijas Marina,
Virginia y Lucía no sean las últimas en disfrutar de ese traje de baturra que
con tanta emoción conserva esta familia.
José Mª Prats Escriche
José Mª Prats Escriche
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